Fotos de Man
.
El viejo Faro hacía rato que estaba despierto esperando que su amada Luna se levantara, bañada de Mar.
- ¡Faro, Faro, mira, ya ha llegado tu amada! – le gritó la trasnochada gaviota
El viejo Faro miró hacia el horizonte y vio a su Luna levantarse del agua, hermosa y sonrosada. Su acompasado corazón se alocó con cien tic-tac que alteró el rumbo de los barcos que por él se guiaban. Elevó más su cuello y limpió la lente de su ojo de cíclope para verla mejor
La Luna miró coqueta a su Faro con la cara sonriente, y los dos se dijeron hermosas palabras de amor.
El Faro acariciaba a su Luna, con su parpadeante mirada, contando y besándole los cráteres de ausencias y las heridas de amores pasados.
La Luna abrazaba con su luz el blanco y marinero talle del Faro que, pese a la edad, se mantenía fuerte y erguido.
- Quédate conmigo un poco más, hermosa Luna
- ¡Que más quisiera! No puedo pararme mi querido Faro.
- ¡Ay Luna, Luna, quién fuera Mar para que en mí te bañaras y poder seguir tu estela!
La hermosa Luna siguió su travesía por otros mares y por otros faros, pero aquellos otros mares no eran su Mar ni tampoco los otros faros eran su Faro.
A la mañana siguiente volvieron las amigas gaviotas y, como siempre, encontraron al viejo Faro con su ojo cerrado, llorando en silencio la ausencia de la amada.
Los días envolverán al Faro con su cíclica monotonía, pero el eco de las palabras de amor, de los recuerdos, seguirán vivos en ellos y esperarán para volverse a encontrar, para hablarse de amor, el Faro y la Luna.