La noticia me llegó desde el otro lado del mar.
Mi amiga María Rosa Giovanazzi, bonaerense ella, me habló de una señora, llamada “Conce” (porque en Argentina, el llamarse Concepción “Conchita”, tiene un plus negativo) que se interesaba por lo que este murciano (que soy yo) escribía.
La cosa fue a más cuando me enteré de que Conce era murciana, y de Caravaca para más señas, que hace unos cincuenta años emigró a Argentina.
Su novio, Pepe (posiblemente también caravaqueño), dejando con dolor a su novia en Caravaca, había emigrado a Argentina en aquellos años difíciles buscando una vida mejor. Cuando creyó haberlo conseguido, como buen caballero y hombre de honor, mandó llamar a su novia.
Concepción no dudó en casarse con él, con amor y por poderes, y abandonando el acomodado hogar paterno se lanzó a una aventura, al otro lado del mar, para iniciar una vida nueva que resultó dura pero amorosa.
Hoy vive en Buenos Aires, con sus dos hijos pero sin su Pepe, acordándose con nostalgias de su Caravaca natal, de su Murcia querida,de la Virgen de la Fuensanta, de la de los Peligros y de su Cruz de Caravaca.
Ella supo de mi novela “El murmullo del tiempo” y no me faltó tiempo para dedicarle un ejemplar y enviárselo por correo. La cosa no fue tan fácil, por culpa de una surrealista aduana, pero gracias al tesón de nuestra amiga María Rosa (nieta de español, de calabrés y de austriaco) la novela llegó a nuestra Conce que se emocionó tanto al recibirla y leer su dedicatoria.
Hoy todo es para ella, para Concepción, con el cariño de esta Murcia que ama tanto a sus hijos pues por eso tiene en su escudo siete coronas y un corazón.
Aunque estén lejos. Aunque se encuentren al otro lado del mar