Cuando en 1960 nuestros padres (y alguno de nosotros) ponian los ojos en blanco bailando con aquél reloj que no querían que marcara aquellas horas.
O como muy movido, con el alegre bayón de Silvana Mangano y el negro Zumbón.
O deleitandose con el baile de Gilda (que entonces la cesura la ponía 3R por lo del guante y ahora por el jetazo)
Lejos estabamos de lo que se estaba cociendo en aquella cueva de escarabajos del Cavern Club y Brian Epstein de Hamburgo con aquellos cuatro locos de Liverpool.
En 1962 entraron en España rompiendo puertas y ventanas y una corriente de aire fresco entró en nuestras mentes impidiendo que nos amuermaramos... y el reloj marcó nuestra hora
El tiempo no se para, y detrás de nuestra hora, el reloj sigió dando muchas más, pero ciertamente no ha sido tan traumático para nosotros como lo fué para nuestros padres.
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